miércoles, 9 de enero de 2013

Año viejo, año nuevo

Año viejo, año nuevo: polos opuestos de grandes significados. Un año termina, otro comienza. Uno muere, otro nace. La muerte de un año, como la de un ciclo, simbólicamente encierra grandes mensajes y temas de reflexión. Para Venezuela muere un año de grandes retos y de profundas advertencias. Nace, en cambio, un año de graves e incalculables incertidumbres (políticas, económicas, sociales), de caminos bifurcados que parecen, ambos, bifurcarse otra vez en seguida: escenario A, escenario B; escenario A1, escenario A2; escenario B1, escenario B2; y así hasta el cansancio, para no decir el infinito.

La muerte, el espacio sin nombre, puede interpretarse como un cambio, como una evolución, como dejar de ser algo para empezar a ser otra cosa. Desde esta perspectiva, 2013 hereda la muerte de este ya moribundo 2012 que tantas esperanzas prometió a los venezolanos y a la humanidad, en general. Entender el nuevo año como un año de “muerte” o evolución, es decir de cambios radicales, nos puede animar a construir contra toda esperanza. Esa idea alucinaba a Tolkien, el escritor anglocatólico que plasmó en sus obras un canto al Amor, a la Bondad y a la Esperanza cuando esta parecía imposible de sobrevivir ante las artimañas del egoísmo, la maldad y el poder como fin en sí mismo, representado en El señor de los anillos por el demoníaco Sauron.

La esperanza de un amanecer más justo, más libre de los atropellos de la falta de ética y probidad (que no siempre acompaña al talento, como el propio Libertador sentenció), requiere, empero, de “calma y cordura”. Esa fue la receta del general Eleazar López Contreras cuando le tocó conducir al país en una etapa muy difícil como fue la compleja transición del gomecismo, del despotismo a los caminos democráticos. Se trataba y se sigue tratando de un camino lleno de piedras afiladas, baches y precipicios que hacen tambalear a los caminantes y a las carretas que portan los ideales de una sociedad más justa e igualitaria, consciente de su innata diversidad, de gobiernos menos autoritarios y más eficaces para entender su papel de estar verdaderamente al servicio del pueblo. Subrayamos un servicio real y no una huera propaganda, simples frases destinadas a desgastarse porque, como recuerda el refrán, “obras son amores, y no buenas razones”. La emoción también se desvanece, tarde o temprano.

En ese contexto histórico (1936-1941), “obras” se aplica a la totalidad de la población de Venezuela: cómo construir un proyecto de país incluyente y, sobre todo, cómo cristalizarlo. Difícil tarea que el general tachirense de ronca voz, verdadero admirador y estudioso de la obra militar y civilista de Bolívar, afrontó no sin errores, pero con el pulso firme de quien sabe que por encima de sus propios intereses (personales o partidistas) estaba un país que esperaba de él la gran lección que supo dar: desprendimiento, alteza de miras y templanza. Más de tres décadas de gobiernos autoritarios, más de un siglo de inestabilidad y caudillismos, no podían superarse en pocos días, meses ni acaso pocos años, como lo demostró la historia subsecuente.

“Calma y cordura”. Contra toda esperanza, 2013 nos convoca a todos los hombres de buena voluntad a entendernos. Planetariamente tenemos retos que afrontar: el cambio climático, las incomprensiones recíprocas, los sectarismos, la violencia, las drogas y el narcotráfico, la pobreza, el hambre, las guerras, las migraciones incontroladas, la integración, el comercio injusto. América Latina, nuestra patria grande, nuestra América, presenta muchas de esas realidades. Venezuela, además, se adentra en dilemas políticos e incertidumbres económicas que presagian hondas consecuencias sociales. Esconder la cabeza es un extremo indeseable, como también no actuar con la templanza requerida. La desesperación no debe guiar nuestros pasos. Para los creyentes, hay un plan divino que debemos esforzarnos en comprender, aceptar y de muchas maneras insertarnos en él.

2013 es un año propicio para ello. A veces las tradiciones antiguas son incomprendidas por interpretarse anacrónicamente con la presbicia desesperada del presente. Quizá los mayas antiguos querían marcar el 21 de diciembre de 2012 como un umbral y mostrar(nos) un mensaje muy distinto a la visión apocalíptica del pretendido fin del mundo. Si querían señalar un cambio de ciclo que pudiera implicar para la humanidad consciente de los valores una mayor espiritualidad, bienvenida sean sus enseñanzas en una época de ecumenismos y de estar “con” y “junto a” aquellos que no son nuestros iguales sino que constituyen una alteridad: espiritual, religiosa, cultural, ideológica, política…

Adentrémonos en el laberinto del plan divino para 2013 con la sensatez de quien desea el bien y la supremacía de la bondad y el Amor. “Calma y cordura”, diría el general López Contreras, a quien sus otrora adversarios políticos le reconocieron el carácter de “senador vitalicio” (contemplado en la Constitución de 1961 para los expresidentes constitucionales de la república) a pesar de todas las diferencias que los separaban. Evolución, limpieza y templanza. Sensatez.

Para hebreos y cristianos no será difícil invocar las palabras del psalmista: “aunque pase por quebradas muy oscuras no temo ningún mal, porque tú estás conmigo, tu bastón y tu vara me protegen” (23). Bienvenida la muerte del 2012, perfumado sea el nacimiento del 2013. Cambio y moderación.

Horacio Biord Castillo
publicado en el sitio www.reportecatolicolaico.com, sección Opiniones, el 30DIC12

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